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Este fragmento de la Obra “Efigie del Tiempo” nos narra que ningún pueblo puede vivir indiferente a su realidad circundante, es decir, los pobladores tienen que informarse y conocer sobre los problemas tanto políticos, económicos y sociales que afectan a su país y sólo así se podrá llegar a una verdadera democracia.

ESCLARECIMIENTO DE NUESTRA REALIDAD

12-06-58

Ningún país puede vivir de espaldas a su realidad sin condenarse al suicidio. Menos un país moderno cuya existencia está sumergida totalmente dentro del galopante dinamismo de múltiples fuerzas so­ciales. La mejor manera de que la opinión colabore en la obra constructiva de un gobierno es que cada ciudadano se forje, por sí mismo, una idea clara acerca de los problemas capitales que, en cada circunstancia, afronta el Estado. El pueblo tiene ahora la voluntad de discernir y comprender estos problemas en todas sus vastas implicaciones nacionales. Ya no quiere confiarse al pensamiento y al juicio ajeno. Ya no desea aquellas soluciones aderezadas sin suficiente razonamiento que puedan presen­tarle núcleos reducidos y selectos por capaces que sean. Necesita criterios propios y firmes que surjan de una amplia información y que estén sustentados en demostraciones incontrovertibles. No tiene fe en los puntos de vista restringidos que cada grupo político suele formular con miras de captación proselitista y como panacea de salvación. Quiere discernir y comprender, por sí mismo, lo repetimos, porque sabe que la solución de cada problema compromete su vida, repercute directamente en su hogar; tiene resonancia inmediata en su trabajo, en sus recursos económicos y en sus varias actividades cotidianas.

Los problemas nacionales deben debatirse, insistentemente, en la prensa, en las conferencias públicas, en el seno de todas las instituciones. Los diversos partidos políticos tienen la obligación de contribuir a esta faena propiciando y suscitando charlas y disertaciones frecuentes por técnicos y hombres de reconocida competencia en sus respectivas espe­cialidades. No importa que se promuevan numerosas discrepancias porque ellas constituyen el clima saludable de uña democracia. 

Nunca se ha sentido con mayor urgencia la necesidad del diálogo, del intercambio constante de ideas, de sugerencias, de iniciativas, de la discusión como instrumento de conocimiento. Hay en este momento en el país una atmósfera que lo envuelve completamente y que reclama el diáfano esclarecimiento de todas las cuestiones. Esta voluntad nacional de estudio y de indagación específica de los distintos aspectos de la vida peruana se ha puesto en evidencia en las dos conferencias que ofreció Seoane, en el local del Partido del Pueblo. Hombres y mujeres de todos los grupos políticos, periodistas, intelectuales, funcionarios, escritores, estudiantes, agolpáronse hasta desbordar la vasta amplitud del local mencionado. La exposición y el enjuiciamiento de la realidad económica y de los complicados problemas que de ella se desprenden, bastó para suscitar la atención de millares de ciudadanos por varias horas pro­longada.

Empero, esta inquietud de esclarecimiento no se redujo a la sala de conferencias sino que se proyectó a la calle, se prolongó hacia un ámbito más extenso. Originóse un debate público general y el pueblo ha visto con claridad en sus raíces y en su significación los diversos tópicos de carácter económico que a todos nos interesa. Es lástima grande que la prensa no haya reflejado con integridad este hecho significativo, sin duda de intensa resonancia en el inmediato porvenir.

El pueblo peruano desea vivamente el esclarecimiento de sus problemas. Anhela participar activa y conscientemente en la obra de gobierno. Este es un síntoma de la madurez que ha logrado alcanzar la conciencia popular. Signo promisorio de que, en adelante, ya no caerá en el confusionismo demagógico, ni en las campañas tendenciosas que lo extraviaron en el pasado.

El mismo Presidente del Gabinete que acaba de jurar ha com­prendido este estado de conciencia y ha sentido la necesidad de presentar una exposición analítica, aunque muy someramente, de su programa.

Ciertamente, sus diversos puntos de vista serán sopesados por el pueblo y enjuiciados según los resultados prácticos que surjan de su actuación ministerial.

El Perú de hoy ya no es el Perú de ayer. Es imperativo que gober­nantes, políticos y estadistas lo comprendan como verdad definitiva.

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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas. Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo IV pag. 157 – 158

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