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Discursos


En este discurso Antenor Orrego aboga radicalmente por su partido político el APRA y por la extradición de su compañero Haya de la Torre quien es uno de los precursores del partido político además reclama los derechos que les son quitados a muchos de los peruanos como el derecho a opinar libremente, a gozar de tranquilidad y paz, a nos victimas del abuso, etc. Y para combatir todo esto propone algunos principios organizadores.


(Discurso pronunciado en la Plaza de Trujillo)


¡Pueblo de Trujillo!


    El país acaba de librar una nueva jornada cívica en defensa de sus libertades conculcadas. No será la última porque estamos comenzando apenas la reivindicación de nuestros derechos. No hay que olvidarlo. Estemos con el ojo atento y con el brazo y el corazón prestos para la batalla. Nuestras libertades ciudadanas son simples y pomposas teorías que sólo existen escritas en el papel. En la practica somos un pueblo de esclavos. Aúnen estos momentos se pone en tela de juicio el derecho que tiene un ciudadano eminente como Haya de la Torre para ingresar a su país. Aún para magistrados, para los llamados hombres de la ley, más leyes son meras paparruchas sin importancia. Todavía no hemos practicado ni se practican desde el gobierno los derechos más elementales del hombre. Estamos completamente desorganizados material, espiritual y moralmente.


    Me pregunto yo, ¿qué crimen colectivo y ancestral ha cometido nuestro país para que le toque en suerte semejante vergüenza? ¿Hasta cuándo no seremos capaces de redimirnos? Hablamos de democracia y nuestros mejores hombres están tácitamente perseguidos los unos, desterrados los otros. Hablamos de orden legal y estamos sometidos a la peor y más monstruosa de las violencias. Hablamos de Justicia y nuestras masas de trabajadores están hambrientas y oprimidas. Hablamos de libertad y el pueblo está ya perdiendo la noción de opinar libremente.


    Contra este desorden y contra esta subversión el Partido Aprista Peruano propugna sus principios organizadores. Es curioso que los eternos conspiradores, los pequeños grupos oligárquicos de Lima, que en todo tiempo han subvertido los intereses de las mayorías nacionales, nos llamen a nosotros subversivos, a nosotros los apristas que hemos dotado al país de un partido perfectamente organizado y con una sólida doctrina económica política, la única que puede salvarnos del desorden, de la injusticia, de la miseria y de la violencia en que vivimos.


    Oigamos la palabra del Jefe del Partido:


    «El Partido Aprista no pide privilegios especiales, ni ha pretendido entrar en la distribución de los puestos públicos, botín de victoria. El Partido Aprista sólo pide libertad: de opinión, de organización y de sufragio. Pide exclusivamente el uso de medios legales para el desarrollo de su acción política. A nuestra demanda solo se ha respondido con la violencia. Nosotros resistiremos hasta que sea posible resistir esta forzosa incitación a la violencia».


    «La tarea inmediata de nuestro partido es exigir libertad de palabra, de prensa, de organización en nombre de los derechos elementales de todo pueblo que se llama libre. Y estas libertades no las pedimos solo para nosotros. Queremos que todos los ciudadanos del país puedan ejercerlas, salvo los que estén conde­nados por los jueces. Consecuentemente reclamamos el efectivo establecimiento de los derechos individuales, no como gracia, sino como justicia sin privilegios para nadie».


    Nosotros los apristas tenemos el pecho inflamado con un ideal político que cumplir. Estamos movidos no por intereses subalternos, sino por una doctrina. Nuestra campaña es de persuasión y no de mercenarismo político ni de capitulerismo electoral: No queremos el triunfo por el triunfo mismo, sino por el triunfo del orden, de la honestidad y de justicia. Queremos que venga el jefe del Partido y los demás líderes para organizar políticamente este país desorganizado.


    Exijamos que ingrese al país Haya de la Torre. El Perú no puede prescindir del cerebro y de la acción inmediata de este hombre eminente, honra de América y de la raza. No exigimos sino que se cumpla un precepto de la carta fundamental. ¿Es acaso Haya de la Torre un delin­cuente? ¿Está acaso colocado fuera de la ley? ¿Por qué se quiere prescin­dir de su colaboración luminosa y decisiva en estos momentos, a la vez de liquidación y de reconstitución política?


    ¡Pueblo de Trujillo!

    ¡Camaradas!
 

    Viva el Partido Aprista Peruano

    Viva Víctor Raúl Haya de la Torre.


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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas . Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo V, pag. 183-184


En este discurso Antenor Orrego hace muestra de su gran afecto que sentía hacia su amigo Víctor Raúl Haya de la Torre pues lo pone de modelo para muchos hombres que con su sensatez, con su corazón presto a ayudar siempre al prójimo pero con la mirada firme para guiar a su pueblo regresa a casa para tras un periodo de persecución.


VÍCTOR RAÚL:


    Es con la gran voz efusiva de tu pueblo que te saludo. Es con la gran voz angustiada de tu tierra materna que articulo estas palabras encendidas de homenaje. Enarbolas el gonfalón de una generación beli­gerante y marcha contigo la esperanza, la resurrección y la victoria de una nacionalidad en trance de muerte.


    Por eso, no te queremos ni por encima ni por debajo de tu res­ponsabilidad histórica, sino en tu responsabilidad misma. Ni superhomb­re, ni infrahombre, sino hombre, con el corazón y con los pies bien plantados, en la tragedia cotideiana de nuestra nacionalidad.


    Vienes a polarizar, como punto magnético de fuerza, los anhelos y la acción de las masas productoras de tu país que sólo pueden formu­larse y traducirse en realidades concretas, ahondando y buscando, con mirada amorosa, las entrañas doloridas de la raza.


    Tienes la vocación heroica y tienes ya la obra y el esfuerzo cumpli­dos. Esperamos que mantengas este temple y esta tensión hasta la culminación final de la tarea y que te constituyas en el factor decisivo de este instante dramático de la patria.


    Desde hace diez meses, los cuadros partidarios y militantes del aprismo han realizado en el país la obra más estupenda de organización y educación políticas y sólo esperan que tu mano experta sintonice y concierte estos surcos innumerables, grávidos de frutos promisorios.
 

    ¡Pueblo de Trujillo!...


    Vuelve a tu seno el hijo heróico después de haber fortificado por los caminos del mundo su pensamiento y su fe. Vuelve a tu seno a rematar, con mano enérgica, la batalla de tu salvación. Vas a escuchar de nuevo la clara vibración de su palabra y vas a palpar, con el hecho tangible de su acción, la grandeza de su obra creadora.


    Ya tenemos aquí la antena más vibrante de la nacionalidad y ya percibimos a nuestro lado el gran pulso de este corazón que no conoce los desmayos.


    Este héroe auténtico está hecho de tu arcilla y esta estupenda escultura moral está forjada con los mármoles de tu espíritu. Existe porque tú lo forjaste; porque de tu entraña se extrajo esta magnífica encarnación humana, esta maravillosa encarnación del espíritu de América.


    ¡Pueblo de Trujillo!


    Articula el mejor y más limpio timbre de tu voz innumerable para lanzar tres hurras por Víctor Raúl.
 
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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas . Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo V, pag. 185-186


A lo largo de este discurso Antenor Orrego tras haber estado casi en cautiverio perseguido por sus ideas políticas nos da una clara interpretación de lo que fue el gobierno de Leguía que no fue mas que nada un desastre para los intereses del Perú, es decir durante su gobierno se dieron abusos de poder,, la corrupción fue el pan de cada día mientras que los ricos se enriquecían cada día mas los pobres se morían de hambre hasta la clase media tuvo que hacer casi milagros para poder subsistir y nos dice también que el futuro de construir un nuevo País esta en la manos de todos y el comparte algunas propuestas que van a beneficiar a todos sin ninguna distinción social.

 

Diario «El Norte» de Trujillo. 27 de Setiembre de 1930


Compañeros:
 

    Después de un lapso de más o menos ocho años héme aquí de nuevo ante vosotros para inaugurar las actividades de la Universidad González Prada. Tarea ésta gustosísima para mí, gratísima para mi espíritu, cara para mi corazón llagado y vejado de proletario. Porque os dije siempre la verdad, porque no prostituí jamás la majestad de la palabra, porque no quise nunca hipotecar mi acción cotidiana, porque no vendí mi pensamiento y porque no cedí a los halagos del poder, se me aisló de vosotros, se ahogo con la fuerza y con la persecución las verdades que pugnaban en mi labio y que se encresparon varias veces en el grito encendido de la acusación.
   

    He sufrido bastante; vosotros lo sabéis. No vengo aquí a quejarme porque la queja es de los débiles. Vengo aquí a abrazaros otra vez, con la emoción intensa, con la vibración cordial y embriagadora de quien estando encarcelado recobra de pronto el uso pleno de la libertad, vengo aquí para proyectar la poca luz que en estos momentos de tremenda inquietud y de fulgurante esperanza ha podido hacerse en mi cerebro. He sufrido bastante, pero estoy dispuesto a sufrir otra vez, y la otra, y las demás.
 

    Pero vosotros habéis sufrido más que yo. He asistido al mancornamiento de vuestro grito y de vuestro esfuerzo de la libertad durante once años tétricos, he visto cómo la metralla se azotaba en vuestra carne hambrienta de pan y en vuestro espíritu sediento de justicia, os he visto bajo el rebenque brutal de la tiranía, mártires de vuestra extraordinaria capacidad de vida y de vuestro asco, y de vuestra indignación contra el servilismo degradante de las clases dominantes. Mientras ellas se alis­taban en las filas de la soplonería, mientras ellas se cotizaban a alto y a bajo precio, mientras ellas inciensaban y glorificaban al tirano, mientras sus hijas iban a prostituirse a los ministerios y a amenizar las noches del déspota en las camas mullidas de Palacio, vosotros mordiáis vuestra amargura y vuestro hambre, vuestras hijas, y vuestras mujeres, haciendo maravillas de economía, repetían el milagro de la multiplicación del pan y de los peces.
 

    Pan amargo de estos once años últimos; pan duro y de aristas cortantes que se atragantaba en nuestro cuello; pan de vergüenza y de indignación, pan de bascas y pan de impotencia.

 

    Ya se acabaron estos once años fatídicos. ¿Volverán a repetirse? ¡Alerta proletarios! Tenéis el músculo, la fuerza y la vida.

 

Un proceso de disolución

    Si queremos caracterizar los últimos veinte años de la República no tenemos otra palabra a la mano para expresar el proceso que está realizándose que la palabra disolución. Hace veinte años que las clases dominantes están disolviéndose por su impotencia, por su incultura, por su inmoralidad, por su ausencia absoluta de sentido político, por su personalismo negativo y ciego. El poder ha sido en sus manos una facción, una conspiración contra los intereses permanentes de la nacio­nalidad, una sedición de oligarquías nepóticas y de grupos personalistas. Echad un vistazo panorámico sobre la historia de estas dos últimas décadas y os convenceréis de la verdad de estas aserciones.


    Nada se ha construido, nada se ha podido construir. Los partidos políticos no han sido sino etiquetas de palabras que no respondieron a ninguna realidad efectiva. Carecieron siempre de todo sentido de res­ponsabilidad cívica. Los mismos hombres que actuaron con Leguía o con Pardo se preparan actuar hoy con Sánchez Cerro y querrán actuar mañana con Perico de los Palotes. Ha sido el mercenarismo político más descarado. Lo único que persiguen es lo que el pueblo llama con un frase gráfica que no deja de tener su graciosa intención: LA TETA FISCAL. Hemos tenido y tenemos en nuestra política especimenes o ejemplares zoológicos como aquel que cae siempre de pié .en todos los gobiernos y, que por consiguiente, no deja nunca de exprimir la inextinguible ubre de la hacienda pública. Y este es espécimen de parásito desvergonzado es ministro, presidente, senador, diputado, juez, vocal y todo.


    ¿Dónde encontráis en nuestra vida política un solo principio di­rector, una norma orientadora, una sola idea puesta en acción para forjar una realidad del porvenir? Hemos dado siempre vueltas a la misma noria y las seguiremos dando mientras las nuevas generaciones no se decidan a intervenir activa y enérgicamente en el gobierno del país.


    Cuando las clases dominantes no tienen o han perdido ya su responsabilidad histórica asistimos al espectáculo repugnante a que estamos asistiendo estos días. Largas listas de soplones magníficamente estipendiados, altas MATRONAS orgullosas que vivían de la delación, prensa degradada que cobraba el elogio, glorificaba el crimen y el robo. Torturadores como Fernández Oliva que percibían sueldos fabulosos para acallar el grito de justicia, pequeños tiranuelos de provincia que encanallaban a sus pies a todo un pueblo, directores de salubridad que traficaban con la salud del ciudadano. Ningún espectáculo se ha escati­mado para nuestra vergüenza. Es preciso para encontrar algo compara­ble retroceder algunos siglos hasta la Roma de la decadencia. Allí encontraréis de nuevo al tirano glorificado sobre el dolor, el hambre y la sangre del pueblo.


    No, nuestros partidos, nunca han representado una conciencia responsable de la vida política del país. Si la hubieran tenido nos hu­bieran ahorrado el supremo rubor de Leguía y el leguiísmo.
   

No opusieron ni pudieron oponer una sola resistencia. Bastó una embestida del déspota para que éstas armazones artificiales y mentirosas se desmoronaran desde sus cimientos. Aquí cabe repetir lo que ya he dicho en otra ocasión:


    «Tras un lento, angustioso y tétrico drama el país ha asomado a una especie de cima de su historia. Drama que ha sido, más bien, un melodrama, un sainete bufo y grotesco, una payasada clownesca. Melo­drama de farándula con su tramoya, sus hilos y sus marionetes. Ahora, lo único que precisa desear es que Leguía sea el postrer títere de esta mascarada. Lo mejor que le puede ocurrir a Sánchez Cerro es representar a aquel personaje que sale ya sin antifaz a la boca de escenario para decir al público: Señores, la pantomima ha terminado. Pendientes de esta frase que se traduzca en hechos, los peruanos estamos con el oído atento».


    Melodrama bufo, hemos dicho. Efectivamente ninguno de los partidos que actuó en la vida del país tuvo principios, normas, orientacio­nes ideológicas que lo rigiera. Tuvieron solo programas verbales sin ningún arraigo en la realidad inmediata y viva, tuvieron bambalinas de intereses oligárquicos o de grupo, fueron en verdad, núcleos facciosos que conspiraron siempre contra los intereses permanentes de la gran masa, es decir, del pueblo. El Perú no ha pasado ni por la etapa conser­vadora, ni por la etapa liberal, ni aun por la etapa capitalista dentro de sus partidos políticos. Los métodos y la táctica de la industrialización capitalista se han establecido al margen de los partidos y por gravitación propia de la época. La política ha sido siempre pura farsa melodramática yen el fondo del cuadro, una tragedia de las más tétricas que registra la historia un pueblo ingenuo, explotado, engañado, vejado y saqueado.


    No hemos tenido pueblo en el sainete de la política nacional y porque no lo hemos tenido, casi no tenemos historia. En los demás países, de un modo o de otro, parcial o totalmente, la masa ha intervenido siempre porque sólo de su entraña se forma la historia. De allí su vita­lidad y su injerencia en el concierto del mundo. Entre nosotros ha sido únicamente la farsa y el marionete. Por eso, Leguía no es caso aislado sino un hombre representativo.


    Hay que abrigar la esperanza que con la revolución de Arequipa acabe la mascarada y comience el jadear de un pueblo que luche, que sufra, que ascienda y que, se supera, mientras la farándula y los faran­duleros queden postergados para siempre. Que tengamos tragedia si se quiere entre los diversos grupos que se aprestan a la lucha política, pero ya no una farándula de comediantes y pobres diablos que se regodean sobre la tragedia negra del pueblo. No lo permitamos más. Leguía duró once años porque nosotros Io quisimos. Basta ya de comediantes. Lo que necesitamos es verdadera lucha política e ideológica, lucha ennoblece­dora, fragorosa, combativa, pero lucha que cree y construya algo.


    Si algo positivo ha tenido el gobierno de Le guía es hacer evidente este estado de disolución en que se encontraban las clases dominantes, como para que todo el Perú se percatara. Sólo en medio de una corrup­ción y de una inepcia generales era posible el entronizamiento de un despotismo que hizo tabla rasa de todos los valores morales, políticos y económicos. Las clases dominantes del Perú han estado a sueldo de Leguía y ellas constituyeron el cerco de delación que ha mantenido en pie durante once años el funesto régimen fenecido. Lo único organizado que había en el país es esta red subrepticia y torva que arrojaba sus tentáculos hasta nuestros hogares mismos. La delación y el espionaje fueron los únicos méritos que se recompensaban espléndidamente mien­tras los maestros de escuela se morían de hambre.


    Con los empréstitos malversados por Leguía en pagar soplones, en subvencionar prensa mercenaria, en enriquecer a los suyos y. en adjudicarse una inmensa fortuna personal, el país queda comprometido por lo menos cincuenta años. Ha sido una batahola de millones que han desaparecido sin provecho alguno para la colectividad. Tendremos que trabajar y sudar hasta la angustia para pagarlos. Estamos sumidos en la miseria más espantosa y a las puertas de la bancarrota.


    El hecho mismo que el actual gobierno tenga por única plataforma política el asunto de las sanciones a los defraudadores y que esta plata­forma haya sido recibida con beneplácito de la nación, está demostrando a las claras la magnitud de la ignominia leguiísta. El pueblo quiere que se juzgue y que se castigue a los culpables.
La creación de un tribunal especial de sanción, aparte de los tribunales ordinarios, demuestra que la corrupción ha sido tan general y tan grave que era preciso la institución de un organismo excepcional.


    La presencia del tribunal de sanción en nuestro país es la prueba más evidente de la corrupción de las clases directoras. El pueblo no confiará ya más en ellas y siente la necesidad urgente y salvadora que otros hombres, aquellos que no estén manchados ni corrompidos, tomen en sus manos las riendas del poder público.


Hacia un Periodo de Construcción


    En la medida en que el pueblo sea conciente de la renovación en los métodos y en los hombres de gobierno; será posible acometer una tarea verdaderamente constructora. El Pueblo no puede, no debe ser indiferente ante esta realidad que es necesario crear. Es preciso que asumamos todos nosotros la conciencia de nuestra responsabilidad histórica y que nos decidamos de una vez por todas a crear un país que desgraciadamente no lo tenemos. Aquí cabe glosar unas palabras de Unamuno que encierran una profunda verdad. La nación no es nuestra madre, es nuestra hija. Nosotros tenemos que gestarla, tenemos que sacarla de la nada, tenemos que extraerla de nuestras propias entrañas y con la desgarradura de nuestro dolor.


    Sin esfuerzo, sin sacrificio, sin consagración, sin desinterés no podremos jamás, crear un país y nosotros y nuestros hijos seremos siempre víctimas de los políticos profesionales que en todo tiempo han hecho nuestra tragedia.
 
    Necesitamos plantear principios y normas que, a la vez, que nos hagan ingresar de lleno en el espíritu de la época, sirvan de canales vitales a la intensa inquietud constructora que se agita en este instante. Voy a proponer algunos a la consideración de vosotros que pueden servir como puntos de referencia alrededor de los cuales se aglutinen vuestros propios pensamientos y vuestras propias iniciativas:
 
1.- Abolición total del latifundio que absorbe todas las fuerzas vitales de la nacionalidad. Enérgica política agraria en beneficio de la gran masa trabajadora y productora.
2.- Separación de la Iglesia y del Estado. Ley del divorcio absoluto. Libertad completa de cultos.
3.- Extirpamiento de todos los monopolios y privilegios que existen de hecho en el país.
4.- Gratuidad de la enseñanza primaria, media y superior y, por consi­guiente, acceso libre al mérito y no al dinero como hoy, a los colegios y universidades.
5.- Enseñanza laica dejándose al individuo la elección de creencia y al hogar el adoctrinamiento religioso.
6.- Implantación de salarios y sueldos mínimos de conformidad con las necesidades del empleado y del trabajador.
7.- Participación del obrero y empleado en las utilidades de las empresas industriales.
8.- Entrega inmediata y gratuita a las comunidades indígenas de los fondos de los conventos y congregaciones religiosas.
9.- Abolición inmediata del contrato de enganche, sistema feudal que establece en la forma más irritante la explotación del hombre por el hombre.
10.-Ampliación de los derechos reconocidos a los empleados, según las leyes existentes y aplicación de éstas en beneficio de los trabajadores.
11.-Jornada de ocho horas.
12.-Reconocimiento de los derechos de libertad de prensa, de reunión y de asociación.
13.-Nacionalización de la enseñanza y de las industrias. Política de autonomía económica contra la absorción de los imperialismos.
14.-Universalidad, efectividad y respeto del sufragio popular, voto se­creto.
15.-Reforma y renovación del poder judicial.
16.-Implantación de la autonomía municipal de manera tal que el Mu­nicipio sea el organismo verdaderamente representativo del pueblo.
17.-Intensa política de culturización del indio y del trabajador. Aplicación a estos fines de una fuerte partida del presupuesto nacional. Multipli­cación de las escuelas y formación de un profesorado moral y eficiente.
 

    Compañeros:


    He aquí un esquema que a mi juicio sintetiza las aspiraciones de la gran masa peruana en este momento y dentro del cual cabe todo el plan constructivo de las nuevas generaciones que, desde hace diez años,viene despertando y agitando la conciencia colectiva. Este esquema, a la vez que nos hace ingresar al espíritu de la época, nos hace asumir en plenitud nuestras responsabilidades históricas frente al presente y al porvenir. Contra este esquema no cabe sino la oposición del pasado y el pasado ya hemos visto lo que es por dolorosa experiencia. Nada tenemos que conservar en el país porque nada positivo se ha hecho. Estamos gestando, debemos gestar la criatura de mañana: potente, alegre, jus­ticiera, vigorosa y sana.


    Compañeros: saludemos al porvenir que ya llega y que solo llegará para nosotros en la medida en que seamos conscientes de su llegada. Entonces nuestros hijos ya no comerán el pan amargo que hemos comido nosotros y ya no se teñirán sus mejillas con la vergüenza con que se han teñido las nuestras. Viviremos en un país libre y con hombres libres.


    Yo sé que con mis palabras he traducido, bien o mal, las íntimas reivindicaciones vuestras. El proletario y las clases medias son las únicas fuerzas sanas y las únicas que son capaces de transformar el país. Vamos decididamente a esta transformación, no lo dudemos un instante, porque entonces volverá a entronizarse el crimen, el robo y la explotación. Que nuestros hijos no nos echen en cara mañana la acusación de que no supimos estar a la altura de nuestro dolor y de nuestro sacrificio.


    ¡Compañeros en vuestras manos está el Perú nuevo!
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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas . Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo V, pag. 170-176


En este discurso Antenor Orrego nos demuestra su sentido de conciencia nacional que no quiere decir el da la violencia, la preocupación que la aqueja por el porvenir de su patria pues la historia de un pueblo lo  hace prácticamente los que trabajan en faenas cotidianas y los que estudian diariamente ya sea en escuelas o universidades y si éstas no están basadas en la justicia tendremos como fruto solamente una futura generación de corrupción.


Camaradas:


    Una vez más voy a articular ante vosotros mi humilde palabra. Cada día mi esperanza en vuestra grandiosa misión histórica se afinca con más fuertes, con más entrañadas estribaciones religiosas. El traba­jador representa junto con el estudiante el elemento revelador, transfor­mador y renovador del mundo. El obrero y el estudiante peruano,- ¡OH dicha nuestra!- no están desligados de esa vasta tragedia universal que a estas horas está consumándose en todas las latitudes de la tierra. Mientras el egoísmo nacionalista gesticula en los histrionismos de la violencia y de la fuerza, vosotros levantáis como bandera, turgiendo las bigornias de vuestros pechos, la más elevada, la más pura, la más heroica emoción de la justicia histórica.


    Nunca podré olvidar el consuelo que me disteis en aquellos días trágicos de 1924, cuando la metralla perforó el pecho generoso de cen­tenares de nuestros hermanos y cuando las cárceles y las persecuciones gravitaban sobre todos aquellos que teníamos hambre y sed de justicia. Entonces ví que nuestra raza amamantaba héroes, que nuestro pueblo expoliado y sufrido era capaz de parir un continente nuevo. Entonces, también, recogido en mí mismo, replegada mi fe, mi esperanza, mi corazón y mi cerebro, en uno de aquellos instantes divinos de luz en que el alma cargada de tragedia constata el dolor de la injusticia, juré con­sagrar toda mi vida, la significación entera de mi obra espiritual, al servicio del oprimido.


    No sé si mis capacidades puedan consagrarse con eficacia a este sacerdocio, pero sé que desde entonces llevo una estrella en el alma que alumbra mis acciones; que mi vida y la vida total del mundo tiene un sentido más profundo, más noble y más generoso.


    Hay una característica que nos revela el alto grado del hombre contemporáneo. Esta característica es su clarividencia histórica. Jamás el hombre ha estado más sumergido en la vida global del mundo. Jamás ha sido de modo más intenso y más pleno la antena sensible del sincronismo histórico. Este sentido luminoso de los acontecimientos y del porvenir, este sentido de sus responsabilidades históricas es quizás el rasgo capital de su espíritu.


    Pues bien, en nuestro país y en América, mientras las clases dominantes marchan como soterradas en el pasado, el obrero y el estu­diante asumen la máxima contemporaneidad, la máxima conciencia histórica de su época.


    Camaradas: os agradezco la benevolencia con que me habéis escuchado, con que me escucháis en todo tiempo. De todas las satisfac­ciones de mi vida intelectual las más bellas, las más puras, las más gratas a mi corazón serán siempre las que me habéis dado.


    Esta es, camaradas, nuestra salvación. Vivís en la historia y para la historia. Los ciegos de nacimiento que no son nuestros gobernantes, nunca sabrán agradeceros lo bastante. Las universidades populares de nuestro país con todas sus deficiencias, con todos sus enormes vacíos, con todas sus insalvables improvisaciones, son las únicas sedes de la conciencia histórica, de la íntima conciencia de la época.


    Antes de terminar quiero que me acompañéis vosotros a rendir un homenaje al creador de estos centros populares, al propulsor de sus actividades primeras, aquel muchacho valeroso que apenas desprendido de los senos maternos ya tenía una amplia, una generosa, una noble, una aguda conciencia histórica. Ya sabéis que me refiero a Víctor Raúl Haya de la Torre.


    Caso estupefaciente el de este mozo, por lo mismo que su indi­vidualidad de hoy es el resultado de una paciente, de una fatigosa, de una dolorosa depuración. Esto en su vida es un ejemplo de lo que puede una fuerte y una buena voluntad. Antes de librar la ruda batalla externa contra las tinieblas, el libró en sí mismo la trágica batalla contra sus propias tinieblas interiores. Antes de ser el conductor de los demás, el fue el conductor y el maestro de si mismo. Entre la sensualidad y la volup­tuosidad hedonística, por un lado, y el sacrificio, el don de si mismo y sus responsabilidades, por otro, él supo elegir y alcanzar el camino más áspero. Optó por el amor antes que por la voluptuosidad pero sabiendo con entera conciencia que el amor asume enteras responsabilidades.


    Camaradas, yo he visto la eclosión y el crecimiento de esta alma exasperada de justicia. Yo he visto las siete caídas y he visto también las siete elevaciones angustiosas. Yo he visto los desgarros lacerantes, yo he visto los sudores sangrientos, y he visto chorrear el dolor de este corazón disputado por las fuerzas del mundo y por las fuerzas del espíritu. Alma cargada de humanidad hasta su fondo más íntimo, alma sedienta de ascensión que ha subido paso a paso el Calvario hasta arribar a la cima de las claridades.


     Figuraos lo que sufriría y sufre esta alma en un ambiente de egoísmo reptante, en un ambiente en que rara vez vibró la entera, la desgarrada pasión de un hombre que se entrega a una fe. País de una cultura escéptica, irónica y desconfiada que no cree en nada ni en nadie. Sin embargo, la pasión de Haya ha vencido; la pasión de Haya está creando una fe colectiva, capaz de reconstruir nuestra agónica nacionali­dad. Este es su mejor galardón.
 
    Camaradas: os agradezco la benevolencia con que me habéis escuchado, con que me escucháis en todo tiempo. De todas las satisfacciones de mi vida intelectual las mas bellas, las mas puras, las mas gratas a mi corazón serán siempre las que me habéis dado.


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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas  . Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo V, pag. 167-169