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Obras de A.O.

Este artículo escrito por Antenor Orrego nos da a conocer el dilema existente entre los catedráticos y los estudiantes; y mientras este hecho evidente e indiscutible prosiga no se podrá crear el porvenir de la sociedad.

LA DOCENCIA UNIVERSITARIA Y EL ALUMNADO

En estos días se han celebrado dos reuniones universitarias, la una de catedráticos y la otra de estudiantes, que se prestan a las más suges­tivas reflexiones. Ambas han servido para revelar al público, una vez más, el divorcio radical de las dos entidades. Desconexión sentimental é ideológica a la vez; profunda separación frente a las realidades naciona­les y humanas. Catedráticos y alumnos no se entienden, actúan en planos mentales y cordiales absolutamente diferentes.

Y esta divergencia arranca del concepto mismo de la función universitaria. Mientras para el profesorado la Universidad está constitui­da, principalmente, por los maestros, hasta el extremo de negar a los alumnos toda injerencia en las actividades administrativas y docentes; para los estudiantes es todo lo contrario. Se trata de dos criterios opuestos de prioridad en la función docente.

El hecho evidente é indiscutible es, como ya hemos indicado, no sólo la falta de un lazo ó comunidad ideológica y sentimental; base sobre la cual debe fundarse toda enseñanza, sino lo que es más grave, la contraposición, la beligerancia entre las dos entidades. En un ambiente de esta naturaleza, en que los dos principales elementos se rechazan y se repugnan mutuamente, no cabe esperar ninguna enseñanza viva, nin­guna creación efectiva para la sociedad y para el porvenir.

El dilema es fatal. O la Universidad se hace un órgano fecundo de enseñanza, un todo acordado y coherente, capaz de engendrar una estructura organizada;ó desaparece, por inútil, por decorativa, por estática y por infecunda. La ley de selección, que no tolera lo superfluo, lo infecundo y lo híbrido y que es inexorable para las especies zoológicas, lo es también para las sociedades y las instituciones. En el proceso vital existe, se acrecienta y perdura lo que es capaz de engendrar algo, aquello que desempeña un rol de continuidad y de creación. Lo demás, se abisma, y debe abismarse para siempre, en la negación y en la muerte. Este es el caso actual de la Universidad, caso perfectamente definido y típico. La sociedad toma únicamente lo que necesita.

El criterio de que la Universidad está constituida, únicamente, por el profesorado revela un concepto petrificado de la enseñanza. La Universidad no se ha hecho para mantener catedráticos, sino para «enseñar alumnos». Son estos, pues, la materia viva, la materia moldeable, el cuerpo y el alma necesarios. La enseñanza debe sujetarse a sus exigencias y necesidades espirituales y, por eso, son ellos, principalmente, los que deben fijar las condiciones de la docencia. Sostener lo contrario valdría tanto, sirviéndonos de un símil económico, como sostener que el comer­cio imponga las condiciones del producto al consumidor, cuando éste que tiene que imponer las condiciones de lo que necesita consumir. Es el orden lógico y natural de las cosas. Cuando se invierte, se debe princi­palmente a alguna causa excepcional que rompe el equilibrio normativo de los hechos y en este caso es necesario aplicar el remedio inmediato. Y este es el caso de la Universidad.

El profesorado con respecto a la Universidad, no es sino el ele­mento burocrático, es decir, el elemento que debe prestar servicios a trueque de una paga ó emolumento. La sustancia viva ó receptora es el alumnado. De allí el derecho indiscutible que tiene éste de tachar cate­dráticos cuando ellos son incapaces de prestar los servicios de cultura y de enseñanza que exige el estudiante. El dómine, dictador escolar que asumía todos los poderes, es una simple curiosidad arqueológica dentro de la pedagogía moderna.     .

Estos conceptos esenciales son los que presiden la vida de todas las universidades de hoy. 

(Editorial de «El Norte» publicado el 12 de octubre de 1923).

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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas. Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo II, pag. 224 – 225

Este Fragmento de la obra “Hacia un Humanismo Americano”, nos muestra la realidad del pueblo americano, y nos dice que sólo con el esfuerzo y el estudio de cada hombre el futuro o destino de América podrá mejorar.

III

INTELIGENCIA Y PROFETISMO

¿Cómo es América? ¿Cuáles son los valores universales que va a definir y realizar? ¿Cuál es la tonalidad o la acentuación de su espíritu?

A estas tres interrogaciones sólo pueden responder satisfactoria­mente, adecuada y plenamente los siglos y, acaso, los milenios. Nosotros sólo podemos inferir, adivinar casi por un poderoso esfuerzo de imagi­nación, algunos de los rasgos fundamentales y esquemáticos de ese mundo ingente que nace. Esta es la característica y el privilegio del hombre americano sobre el hombre, de las demás culturas. Nosotros podemos predecir, en cierta manera, la trayectoria de expresión que seguirá nuestro espíritu. No en vano surgimos del vértice de todas las demás culturas, desde un punto que podríamos llamar crucial para la vida contemporánea. El hombre de las etapas anteriores no se pregun­taba cómo iba a ser la cultura, cuyo órgano o instrumento comenzaba a ser. Lo era sin percatarse casi ni aún en sus individualidades más emi­nentes; lo era de una manera, inconsciente, fatal e inexorable. Nosotros tratamos de predecir el porvenir, de dirigirlo y conducirlo por la inteligencia. Somos los herederos directos de la cultura intelectual más poderosa y sabemos mucho más que el hombre de las culturas anteriores, cuál es el sentido de nuestra misión universal. Las interrogaciones con que encabezamos este capítulo están en la mente y en los labios de todo americano culto e inteligente de hoy. Puede decirse que la encontramos en la médula de nuestros huesos, como una impostergable necesidad imperativa; Nuestra necesidad de predicción se diferencia del profetismo antiguo en que no se trata de súbitas iluminaciones alegóricas y so­brenaturales, sino de vastos esquemas racionales e intuitivos que cons­truye nuestra inteligencia consciente. Por primera vez en la historia, el hombre quiere darse cuenta anticipadamente de sus fines y no ser un instrumento ciego del hado o del destino. Jamás 1a inteligencia jugó un papel más importante. Ahora vemos y comprendemos el por qué de ese esfuerzo extraordinario v maravilloso de Europa al perfeccionarla a través de tantos siglos. Inclusive sus aberraciones nos parecen ahora justificadas. Se trataba de dar al hombre un instrumento, una herramienta de prodigiosa eficacia mental para el porvenir. Este sentido del futuro no es agorerismo de arúspice, cuya vaguedad se plasma fácil­mente a cualquier hecho. Es claridad que dirige y anticipa el sentido de los acontecimientos, precisión científica estamos tentados de decir, si esta palabra no estuviese tan mancillada por cierto charlatanismo empírico; es la inteligencia que pone a contribución su más sutiles y poderosas facultades creadoras.

Bien se ven todas las ventajas de esta situación excepcional. Con­ducir una trayectoria, evitando los desgastes de las desviaciones y de los tanteos, es ahorrar energía para emplearla mejor. El agua suelta y a su arbitrio ciego fecunda, es verdad; pero, muchas veces, desgarrando y rompiendo. Pierde, también, sin objeto consciente y preciso, gran parte de su fuerza. Pero canalizada y dirigida, acrecienta su poder impulsor, creativo y fecundante. La metáfora puede aplicarse, mutatts mutandi, a la fuerza interna de una cultura que, de esta suerte, puede alcanzar reali­zaciones espirituales, éticas y materiales apenas sospechables.

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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas. Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo II, pag. 72 - 73

En este artículo Antenor hace mención sobre uno de los más grandes y originales escritores peruanos Abraham Valdelomar, demostrando su admiración y afecto hacia dicho escritor, pues compartían pensamientos e intereses personales.  

ABRAHAM VALDELOMAR

Anteayer en Ayacucho

 Uno de los más grandes y originales escritores de la última gene­ración intelectual peruana, el más artista sin disputa alguna, ha caído, súbita y trágicamente, fulminado por la muerte, cuando acababa de ser elegido secretario del Congreso Regional del Centro, como representante por Ica, su ciudad natal.

Frescos están aún los recuerdos de su paso por Trujillo en el mes de mayo año pasado. Emprendía entonces una atrevida y audaz gira intelectual por toda la república que popularizó su nombre y su labor literaria. Visitó primero el norte, después recorrió las principales ciu­dades del sur y la vecina república de Bolivia, de donde acababa de llegar cuando fue elegido diputado regional.

Valdelomar fue un escritor de vigorosa y acentuada personalidad y era uno de los pocos que por su fuerza espiritual estaba capacitado para continuar la obra intelectual de González Prada y de Ricardo Palma, tal vez, con un espíritu moderno más amplio, con un más dilatado miraje acervo más nutrido de ideas y de sensaciones. Cultivador del humorismo en su más alta, sutil y refinada manifestación, escribió ensayos maravi­llosos en los que campea el más galano y donoso ingenio. Entre los escritores de su época nadie trajo una mayor libertad espiritual, un aire de más acusada y original modernidad.

Dueño de un estilo inconfundiblemente suyo en el que fluía la expresión con fácil y fresca espontaneidad captando la idea, aprisionado la sensación, ciñendo amorosamente la visión que percibían sus pupilas, cogiendo al vuelo el rasgo original y pintoresco de las cosas, amoldándose al esguince de la línea, adaptándose a la vibración del color, arrancando la íntima música de su espíritu en su choque con la naturaleza, tra­duciendo el misterio cotidiano de la vida, expresando su tragedia personal y su febril estupor ante la muerte, relacionando su vida con la vida universal.

Placíale que le llamaran artista, y era un grande artista en verdad, un grande artista de la palabra y de su vida.

Como un homenaje a su memoria publicamos el siguiente capítulo inédito de una novela aldeana suya que no ha llegado a terminar.

Hoy reincide de nuevo y se marcha a más a lejanas tierras, con el espíritu más cercano a la realidad, con la fe más acrisolada y depurada por la experiencia, con el corazón más rebosante de esperanzas y ambi­ciones.

Jamás encontré un temperamento de artista tan poliforme, tan múltiple, tan rico en dones espontáneos y naturales, tan entregado con más desinteresado y puro amor a la realización de su obra. No quiero hoy ocuparme de su personalidad artística, de su singular concepción del arte y de sus ideales estéticos, comentados y glosados en largas, inolvidables, íntimas exquisitas y fervorosas charlas fraternales. Tal vez algún día intente un ensayo sobre este espíritu tan original, tan intenso, tan varío y tan complejo.

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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas. Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo I, pag. 398 - 399

El Monologo Eterno es un conjunto de composiciones armoniosas sobre las profundidades humanas que podrían a llegar a ser casi divinas que expresan algunos de los pensamientos que van a construir un mundo nuevo lleno de paz y de justicia.  

RELIGIÓN, ERROR Y MENTIRA

-Las religiones no son verdaderas; son más o menos veraces, en el sentido de que dan al hombre una mayor o menor elevación metafísica o ética.

El error puede ser religioso; la mentira nunca lo es.

-El error no ha prostituido a Dios; quien lo ha prostituido siempre es la mentirá.

-El sacerdocio organizado ha sido la mentira en todos los tiempos y en todos los pueblos.

-La esencia de toda religión es un estilo expresado de Dios, es decir, una mayor o menor fidelidad en la versión, un mayor o menor plano de perspectiva desde el cual se sitúa la visión.

-Dios en el hombre es limitado; la ¡limitación de Dios está fuera del hombre.

-El esfuerzo de una nueva religión se dirige siempre a colonizar para el hombre la ¡limitación de Dios.

- Aunque históricamente parezca paradójico, los nuevos concep­tos de libertad y de justicia se desprenden de los nuevos sentimientos religiosos. Ética y justicia no pueden caminar sino agarradas de la religión.

-En las entrañas de las más grandes revoluciones humanas ha

habido siempre un ardiente sentido religioso.

-El hombre vive, o lo que es lo mismo, sueña, gracias a la limitación y a la ¡limitación de Dios.

-¡Oh Dios, si te limitas absolutamente suicidas al hombre; y sí en absoluto te ¡limitas, te suicidas!

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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas. Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo I, pag. 88

En Estación Primera el pensamiento de Orrego se encuentra enfocado en la preocupación apostólica por América, en donde se ve reflejado el quehacer humanístico de nuestro medio, tratando de manera vigorosa y filosófica el arte y la política.   

EL GRAN DESTINO DE AMÉRICA

¿Qué es América?

Ningún organismo -pueblos, razas, hombres-es de una manera fija y conclusa. Todo organismo deviene y se hace. Tanto está el presente en el ayer como el ayer en el porvenir. El presente es el trampolín y el elan del mañana. Ver históricamente, vivamente, es constatar el panorama reali­zado y el panorama por realizar. La vida es la cadena de los instantes verificados y por verificar. Por lo tanto como somos presente somos porvenir.

En la historia no hay pleonasmos, no cuenta la peripecia superflua. Lo que fue hecho una vez, está siempre haciendo y creando. Cada hecho esta cargado de consecuencias y el mismo es una consecuencia de otros hechos anteriores. El instante histórico engendra y es engendrado. Es paternidad y, a la vez, filiación.

 En América ha faltado el ojo histórico. Por eso no ha surgido todavía una conciencia histórica, una conciencia continental. Su rea­lizarse ha sido una realización instintiva, sin intención ni propósito alumbrado, regida solamente por el hado o el destino.

 Pero es preciso acelerar y acrisolar el destino racionalizándolo, haciéndolo conciencia, rigiendo en cierto modo el pensamiento que presidió su nacimiento.

Así encontraremos el estilo de América, la versión del espíritu cósmico que toma estructura y encuentra cauce vital en su historia... Así América será coherencia, concatenación y tendrá un sentido en el universo humano.

Hasta aquí el azar, o lo que aparecía como el azar, porque aún no se había expresado en razón histórica. De hoy en adelante, la conciencia, el propósito trascendente, el sentido histórico.

 No me parece que está demás el intento, por pequeño, balbuceante e impreciso que sea.

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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas. Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo I, pag. 286

Antenor Orrego. Dírector del grupo intelectual "Norte", en 1922 publicó "Notas Marginales" y en 1926 preparó un enjundioso prólogo a "El Libro de la Nave Dorada" de Alcides Spelucín que ilustrado con las maderas de Essquerriloff.
 

Este fragmento de “Notas Marginales” nos narra que a medida que el hombre va adquiriendo conocimiento sobre las cosas que lo rodean va interpretando la concepción ética de la vida.

ETICA


    Así como no hay una sola verdad, ni una sola lógica, ni una sola estética tampoco hay una sola Etica.

    Cada hombre es un ejemplar moral, un tipo de realización ética en sí mismo, un rebasamiento de las anteriores experiencias de la conducta humana. A medida que la conciencia del hombre se amplíe, a medida que vaya incorporando en su substancia la esencia profunda de las cosas, a medida que interpreta más sutil y noblemente el espíritu global del Universo, la concepción ética de la vida va dilatándose también, va libertándose, gradualmente, de todas las morales y rompiendo la unilate¬ral y arbitraria rigidez de los códigos y de las costumbres.

    La Estética y la Etica sólo pueden existir separadas por abstracción y existir contrapuestas por superficialidad o endebléz de espíritu. Ser siempre uno mismo, mantenerse en su íntegra y armónica unidad vital, expresarse y vivir, libre y lealmente, ante la estupefaciente presencia del Universo y ante la rauda carrera de los sucesos, es la máxima enunciación de la Estética y de la Ética. ¿Quién osará ponerles limitaciones, reducirlas a sentencias o a normas sin rebajar y corromper su excelencia?.

    Los hombres adoptan una Moral en vez de vivir su Moral: así como se encadenan a una Estética, en vez de realizar su Estética. ¿Se puede acaso concebir un lobo que adoptara la moral del perro? ¿Se puede
concebir un comerciante adoptando la mística moral del cenobita? Más aún, ¿se puede concebir un santo adoptando la moral de otro santo?.


    Basta que un recién nacido abra las pupilas, para cumplir una orden del Universo, para realizar una nueva traducción del gran enigma, y por consiguiente, para ensayar una nueva Estética y una nueva Ética.
¿Crees tú, acaso, que los hombres son manufacturados como los objetos de una fábrica en un mismo molde y que llevan en la espalda su etiqueta clasificativa: Made in Germany, Made in England o Made in New York?.

    El sello divino es otro, amigo mío; no indica un género, indica un ejemplar.

    Dios, según la frase bíblica, dijo al hombre: Serás a mi imagen y semejanza, y Dios es infinito y único.

    Le castigó después, no por que desobedeciera comiendo del fruto prohibido, sino porque al comerlo desconoció en sí mismo su condición infinita.

    Profundo es el símbolo del Génesis.
 

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Instituto de Investigaciones Cambio y Desarrollo (CYDES). Antenor Orrego: Obras Completas. Editorial Pachacutec. Primera Edición, Setiembre de 1995. Tomo I, pag. 44 -45

 

Entre sus obras publicadas se encuentran Notas Mar­ginales (Trujillo, 1922), El Monólogo Eterno (Trujillo, 1929), El Pueblo Continente: Ensayos para una interpretación de América Latina (Santiago de Chile, 1939) -que es su volu­men medular- en donde plantea un aspecto filosófico y político a base de una civilización indoamericana, novomúndica, con repúblicas unidas en una perspectiva y en un ideario común. Se conocen títulos póstumos como Hacia un humanismo americano (Lima, 1966).

Escribió muchos artículos reveladores sobre arte, filosofía, política y literatura, así como diversos prólogos a libros de creación poética, como a Trilce de César Vallejo (Lima, 1922), El libro de la Nave Dorada de Alcides Spelucín (Trujillo, 1926), Liberación, de Nazario Chávez Aliaga (Lima, 1935), Las barajas y los dados del alba de Nicanor de la Fuente (Chiclayo, 1938).